Testimonio de América Argelia Herrera

Testimonio de América Argelia Herrera
Byron Javier Picado Molina
Estelí, Managua, 21 y 22 de julio 2017

Mis padres eran de la Concordia, Jinotega; mi madre, Carmen Herrera Rodríguez.
Nací en la ciudad de Matagalpa, el 6 de diciembre de 1937, crecí en Sébaco y nos vinimos a Estelí en 1970.
Me casé en Sébaco el 12 de octubre del año 1956, mi esposo se llamaba Ramón Rodríguez, de Estelí. Mis hijes son 6: Luis Enrique, Flavia, Tommi Ramón, Neybor, Víctor Hugo y Ramón Martín, todos Rodríguez Herrera.
(Mi esposo fue colaborador del FSLN, todo lo que se hacía en la casa era con conocimiento de él que trabajaba fuera de la ciudad y yo no hacía nada sin que él no lo supiera. Luis Enrique y Flavia pasaron a la clandestinidad y los más pequeños eran correos dentro de la ciudad.)
(Mi hijo Víctor Hugo murió en 1988, en el SMP, en misión de salvamento cuando el huracán Gilbert. Mi esposo murió de infarto cardíaco en 1983. Luis Enrique es comisionado mayor de la policía, en retiro)
La dirección de nuestra casa en Estelí era, del tanque media al sur, Barrio Alfredo Lazo. Luego tuvimos que dejar la casa, que era propia, porque el comandante Arce nos decía que ya estaba quemada y así anduvimos alquilando para que la guardia no nos detectara.
Fui colaboradora del FSLN, directamente desde 1975, por medio del padre Julio López y del compañero Filemón Moncada; aunque antes había tenido contacto con Orlando Pineda (Pinedita), cuando ajusticiaron a Gonzalo Lacayo, un lunes 23 de octubre de 1967, fui con la esposa de Pinedita , Nidia, a traerlo a él a Ciudad Darío ya que se encontraba refugiado donde la compañera Rosario Altamirano, de allí lo llevamos a Sébaco y lo tuvimos en casa de la Sra. Delfa López y luego se fue para Río Nuevo de donde se fue para Jalapa con el nombre Venancio López. Río Nuevo es una comunidad de Sébaco donde daba clase la suegra de Orlando, y yo también daba clases allí.
El padre Julio contactaba gente para que apoyaran con casas de seguridad; trasladaba a los guerrilleros de un lugar a otro, eran pocos los vehículos de colaboradores en ese tiempo.
Debido a la compartimentación yo supe que colaboraban: el Dr. Saturnino Mejía, doña Lola Arróliga, la compañera Altamirano de Filemón Moncada y también el matrimonio Barreda.  Yo te puedo decir lo que hacía yo, no sé lo que ellos hacían.
Mi casa era casa de seguridad, ahí estuvo el comandante Bayardo Arce, Mónica Baltodano, Juan de Dios Muñoz, Augusto Salinas Pinell, Pedro Aráuz Palacio, Felipe Escobar, Sonia Uriarte (que era la compañera de Venancio Alonso), Socorro Sirias y otras y otros que llegaron de paso; sería largo de contar.
El que llegó primero a esconderse a mi casa fue César Augusto Salinas Pinell, con el compañero Heriberto Rodríguez Marín, de Ocotal, y lo llevó el cro.  Filemón Moncada. Creo que fue después del quiebre del cerro El Copetudo, creo que queda en Ocotal.
Los dos cateos de la guardia en 1978 y la llegada de Migdonio a mi casa, les tenía horror.
La primera cateada fue horrible, ya que en la otra pieza de la casa habían estado los muchachos que bajaron un día antes, entre ellos estaba Chepe que le decían Pluma. Antes, dos muchachos habían estado reunidos en la casa con su responsable, luego los capturaron ese mismo día, pero otro de los muchachos miró y me avisó y yo dije los van a hacer hablar y limpié la casa como nos habían enseñado, trasladando las cosas que guardaba de ellos donde una vecina que no colaboraba, pero era mi amiga y yo le confié, ni modo, y socó.
Cuando pateó la puerta un guardia, como yo como ya estaba avisada, no nos sorprendió, abrimos, eran un montón de guardias, estábamos rodeados. Revisaron todo y no hallaron lo que buscaban. Bueno, registraron la casa, interrogaron a los niños, pero yo ya les había dicho que iban a responder. Que quienes vivían en la casa, que si yo alquilaba habitaciones a estudiantes y si sabíamos algo de gente que estuviera contra el gobierno, no fueron agresivos conmigo, si con mi hijoTommi, lo sacaron de la cama, le pusieron el fusil en la cabeza, él tenía 16 años, Pero la serenidad mía le dio confianza. Gracias a Dios ese día mi marido había venido y eso ayudó a que los niños tuvieran confianza. Bueno después que revolvieron todo, nos preguntaron nombre, edad, y nos dijeron que volverían. La fecha en que fue esto la borré de mi mente, en ese momento yo lo que quería era qué terminara la pesadilla.
Nosotros para ese entonces vivíamos frente al colegio de las monjas y al lado funcionaba una oficina donde se tramitaban licencias de conducir, la secretaria colaboraba sin que lo supiera el jefe y por las noches los guerrilleros dormían en la oficina y eso nos salvó.
La segunda vez llegaron, pero menos agresivos, solo querían nombres y como solo estaba mi marido y yo pues no hicieron mucho. A mi hijo lo había mandado para Sébaco, donde mi mamá, y ya no tenía miedo que lo mataran. Ya estaba fuera y yo sabía que me podía pasar, pero ya me había preparado mentalmente, porque Bayardo Arce nos decía que uno tenía que estar preparado, no es que no tuviera miedo.
Los dos cateos fueron de noche, era la forma de amedrentar a la gente.
Un día llegó un señor llamado Pancho Mendoza, decían que era oreja, llegó acompañado dé Migdonio y preguntó que si yo sabía de quién era el patio de enfrente, le dije, no sé, yo entonces vivía en lo que es hoy el Barrio Boris Vega; cuando se fueron yo sentía que me iba a desmayar porque a ese guardia yo le tenía horror y por más que me dijeron que no debía mostrar miedo, nunca lo logré.  Ese día estaba en la casa Salinas Pinell.
Los y las guerrilleras nos daban charlas y nos decían como debíamos comportarnos en esos casos y también que no preguntáramos ni dejáramos que nos preguntaran por qué entre menos sabíamos menos teníamos que decir a la hora de caer presos.
Sería demasiado largo, para que te des cuenta, no me gusta hablar mucho de esto, ¿por qué lo hice? porque odiaba a los Somoza, pero no porque se supiera esta historia, sos el único que me ha hecho hablar y fue por Tania Libertad que me dijo que lo hiciera.

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