| Despacho Nro 463 - 16 de mayo de 2011 | La desaparición física de Néstor Kirchner llevó, de manera progresiva, a que la relación entre Cristina Kirchner y el pueblo haya sido no sólo más directa sino mucho más emocional. Las cámaras de televisión y la desgrabación de los discursos sirven para ver y leer lo que la Presidenta expresa. Falta el relato de cómo es vivido por quienes están presentes en las actividades en las que ella habla. Falta conocer y reconocer lo que le transmiten a ella. Falta entender el vínculo. Esto fue observado con acierto durante el prolongado velorio de Kirchner, en el que ella se quedó a sentir y escuchar lo que cada uno de los miles de asistentes tenía para transmitirle. Sin la perspectiva de estos casi siete meses de diálogo entre una líder y un pueblo, es imposible abordar con seriedad lo que pasó el jueves en José C. Paz. Fue allí a lanzar un plan de abaratamiento de alimentos. Les habló a las miles de mujeres que tienen que soportar la manipulación de los precios. Para graficarlo: sus destinatarios, como en la mayoría de los actos, son personas del pueblo, que sufren y gambetean a diario, que padecen necesidades y que, al mismo tiempo, son el sujeto social del cambio. O, como le gusta llamarlo a ella, de la profundización del modelo. Ese nuevo centro de compras es un predio de nueve hectáreas al costado de la ruta 24 donde se construyeron una serie de naves industriales donde los alimentos serán mucho más baratos que en los supermercados que llenan de avisos las páginas de La Nación y Clarín. "En José C. Paz hemos construido más de 8000 viviendas –dijo Cristina–, desde el año '45, con Eva Perón, no se construía en este distrito". Lo otro que hizo la Presidenta, mientras estaba allí, fue comunicarse con un equipo del Centro de Documentación Rápida que había ido a Gregorio de Laferrere y con el intendente de Florencio Varela, que inauguraba la Expo Industrial Varela 2011. Hace poco, Cristina asistió al primer día de clases de la Universidad Nacional de ese distrito. La agenda presidencial. Conviene tomar dimensión sobre el punto de vista que tiene la Presidenta. Así como participa de las reuniones internacionales del G-20 o propone reformar el Código Civil y nacionalizar las tierras, también sabe la diferencia entre una calle asfaltada y una de tierra. Probablemente sepa, mejor que muchos, que el conglomerado llamado pueblo no está sólo compuesto por quienes viven de un trabajo formal y tienen asegurado un piso de justicia social a través de un convenio colectivo de trabajo. Está claro que uno de los logros más contundentes del proceso iniciado por Néstor Kirchner fue el del trabajo registrado y el de la actividad gremial. Hacia el año 2000, la cantidad de trabajadores sindicalizados no superaba los 3,5 millones. Hoy se calcula que son siete millones. Pero si se duplicó la cantidad de afiliados, se multiplicó por seis la firma de convenios colectivos. La tasa de afiliación, en relación con la población económicamente activa, es del 40 por ciento. La más alta de la región y del continente. Esto es una introducción indispensable para ponderar las palabras de la Presidenta cuando habló de la explotación y la extorsión. Porque, antes de hacer referencia a que un sindicato puede convertirse en una corporación, ella recordó: "En estos ocho años se han generado millones de puestos de trabajo y se ha retornado la negociación entre trabajadores y empresarios que nos coloca al frente de América latina en materia de salarios y organización sindical". Pero, en José C. Paz, como en muchos otros lugares de la Argentina, existe el tercero, el cuarto y el quinto mundo. Además del trabajador formal, está el que va al taller en negro y su patrón no tiene recursos –materiales y culturales– para blanquear su actividad, y también está el que tiene un caballo flaco y un carrito y sale a revolver basura o buscar chatarra. La verdad es que la agenda de la Presidenta tiene en cuenta que las empresas chinas vienen con ganas de quedarse –y de quedarse con la tierra– (ver entrevista a Eduardo Barcesat), que la relación con Brasil es estratégica pero requiere del monitoreo de Cancillería para evitar desequilibrios, y por supuesto de la importancia vital de las organizaciones gremiales y también de una porción importantísima de la población cuya pertenencia social es frágil. Un jueves cargado. Ese día, antes de ir a José C. Paz, Cristina debía estar muy bien informada de que la Unión del Personal Superior y Profesional de Empresas Aerocomerciales (un gremio minúsculo) había paralizado 12 horas los vuelos de Ezeiza y Aeroparque en reclamo de la recategorización del personal jerárquico. También que la Federación Argentina del Petróleo, el Gas y el Biocombustible había paralizado las refinerías de todo el país y que los medios opositores aterrorizaban televidentes con que no habría nafta en las estaciones de servicio. Ni hablar del conflicto docente de Santa Cruz, que lleva un mes, o de los petroleros de esa provincia, que por disputas intergremiales paralizan la actividad. Hasta aquí, conflictos que no involucran a la conducción de la CGT. Sin embargo, una semana atrás, la Federación de Camioneros había bloqueado las refinerías. El motivo no involucra al conjunto de choferes, sino al reclamo de un plus –adicional– para los que transportan combustibles. Y como todo esto se da en un contexto de crecimiento económico, no represión a la protesta social y época electoral, no estuvo ajeno a esto que los diarios del jueves tenían a Omar Viviani, del gremio de taxistas, contando que la CGT apoyaría a Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires. No se trata de imaginar a Cristina asustada por unos pocos –y diferentes– conflictos sindicales. Se trata de entender tres cosas que parecen básicas. La primera es que profundizar el modelo requiere de racionalidad, rumbo y conducción. La segunda es que profundizar el modelo no equivale a quién ocupa un cargo en la lista de concejales o diputados. Y la tercera –la más importante– es que para que Cristina Kirchner siga al frente del cambio tiene como requisito que no se la tironee. Pidió que los sindicatos fueran solidarios con todos los argentinos. "Siempre me van a tener del lado de los trabajadores –dijo–. Este es un Gobierno que quiere que siga mejorando el poder adquisitivo de los trabajadores. No podemos ser rehenes de aquellos que por ser de una determinada actividad pueden perjudicar a toda la sociedad." Su llamado a la reflexión estuvo dirigido más a los propios que a los ajenos. Pidió "a todos aquellos que comparten este modelo" que "debemos comprender que un país no lo puede hacer solamente un Presidente o una Presidenta, se necesita de la responsabilidad y madurez sobre todo de aquellos que comparten este modelo". Recién después de esto, advirtió que ella también hace un sacrificio físico y emocional. Sintetizado en una frase que parece muy clara. Cristina no se muere por ser electa nuevamente. Quienes la acompañan, quienes la apoyan, deberán entender que lo construido estos años le permite afirmar que el rumbo del país no lo toman las corporaciones. El rumbo, con ella al frente, es soberano. Por eso puede hacerse cargo de una agenda diversa, sin ataduras. Por eso, más que a buscar los puntos de diferencia entre Cristina y la CGT, la convocatoria fue a respetar las reglas de un proceso popular y colectivo. | | "La jefa soy yo" - Por Roberto Caballero Hay dos lecturas posibles sobre el discurso de Cristina en José C. Paz. Una es humana y la otra es política. La primera refleja una verdad que quedó desnuda hasta el desgarro con la muerte súbita de Néstor Kirchner: el poder es ejercido por personas acosadas por los mismos fantasmas y problemas que acosan a cualquiera de nosotros. Esta carnadura humana, esta dimensión existencial y espiritual, sin embargo, es habitualmente ignorada por los analistas políticos, que juegan al TEG pensando que las fichas y posibilidades son infinitas por investidura o cargo, y convierten a los protagonistas de la cosa pública en superhéroes o supervillanos que actúan por fuera de las dificultades pedestres. Cuando Cristina dice que no se muere por ser reelecta y que ya ha dado todo por este modelo, incluso su familia, habla desde la viudez, desde el rincón de las hornallas donde las palabras son dictadas por el corazón y no por el frío cálculo matemático electoral, aunque ella misma y sus asesores traten de convencerse y de convencernos de lo contrario. Continúa... | Discurso de J.C.Paz La primacía de la política - Por Horacio Verbitsky Más allá de su fuerte impacto emotivo, el discurso de José C. Paz está pleno de definiciones conceptuales. Se inscribe en la recuperación de la autoridad presidencial y la reafirmación de la primacía de la política sobre las corporaciones, que acompaña todos los actos del kirchnerismo desde 2003. Después del partido militar, la Justicia, la Iglesia Católica, la policía y las cámaras patronales, es el turno de los sindicatos, porque algunos se pasaron de la raya. Si se refrena por un momento la predominante pasión por la anécdota, el mensaje presidencial del jueves reafirma la primacía de la política sobre los intereses corporativos, ya se trate de las Fuerzas Armadas, la jerarquía eclesiástica, la policía, la Justicia, las cámaras patronales, de la ciudad o del campo o, ahora, los sindicatos. Aunque la oposición política o mediática no pueda reconocerlo, Cristina fue consecuente con la promesa de mayor calidad institucional que, según Néstor Kirchner, implicaría su mandato. El discurso de José C. Paz también está en línea con algunas de las concepciones del ex presidente Raúl Alfonsín, aunque con un par de diferencias apreciables: Continúa... | La mística - Por Eduardo Aliverti Hasta mitad de la semana pasada fue una cosa y después otra, pero el marco es exactamente el mismo. Confirmado que a valores de hoy la oposición desapareció, en términos de aspiraciones presidenciales, no deja de ser tan significativo como impactante lo que debieron reflejar los medios. Y en este caso, tanto en la prensa directora del discurso oposicionista como en la que abreva en el kirchnerismo. Producidos los abandonos de Solanas y Macri, más el hijo de Alfonsín dedicado a su cura antitabáquica, si es por el primer segmento enunciado quedaron anuladas –no sólo en gráfica sino también en sus amplificaciones electrónicas– las noticias "políticas" de primera plana. Clarín –en orden aleatorio y por ejemplo, pero no el ejemplo precisamente menor– comenzó a dedicar títulos sucesivos y coberturas centrales, desde portada, a cómo operan los presos que hacen secuestros virtuales; a la desidia eterna en torno del Riachuelo contaminado; Continúa... | | | Texto y foto: India Rodríguez Ha comenzado a llover en la mañana porteña. Lluvia y frío. En la 31 las lluvias no son bienvenidas, es más son temidas. Traen olores nauseabundos y la ausencia o insuficiencia de cloacas se hacen presentes en cada vecino que, con ojos sagaces, estudia el lugar de la próxima pisada. Cecilio Albarracín, once años viviendo en la 31, con la naturalidad que dan los reflejos condicionados, camina sin embarrarse. Es enfermero y trabaja en el Centro Comunitario de la 31 dentro la Asociación San Roque. Cecilio recuerda otra lluvia. La lluvia de octubre del año pasado: "Cuando murió el compañero Néstor Kirchner fue una movilización sin precedentes. Nadie pensaba que la gente iba a salir sola a la calle, mucha gente salió. Fue una sorpresa Se reunían en la esquina y decían: Murió Kirchner. ¿Vos vas a ir? "Si –era la respuesta-, yo voy a ir. Voy a estar allá, vamos a la plaza". Nadie lo pensaba dos veces. Fue impresionante. Impactó más que nada en la gente joven. Venía y te decían: Vamos a hacer la cola por lo menos para entrar. Para verlo de cerca, ya que cuando estaba nunca lo pudimos ver de cerca. "Descontaba que la gente grande iba a estar, porque se identifican más con la parte política. Muchos de ellos te dicen: Loco, si se termina el gobierno este. ¿Qué comemos? Pero ver la cantidad de chicos que se movieron realmente fue impresionante. Ahora cuando pateás el barrio aparecen preguntas tipo: ¿Cumpa, todo lo que se hizo antes y lo que están haciendo ahora, se basa en lo que el compañero Kirchner dejó para hacer?". Eso cuenta Cecilio. | Por Eduardo Grüner * 1 ¿Cuántas historias hay en la Historia? Desde 1492, una sola: se ha naturalizado que la Historia –y ni siquiera toda ella, sino la de las clases dominantes– de la humanidad es la historia de una pequeñísima porción de ella (véase cuánta superficie ocupa Europa en el mapamundi), y la de una concepción, o una "filosofía", de la historia, que es muy, pero muy reciente (no más de 500 años: para la historia total de la humanidad, como decir hace cinco minutos). Con una típica operación de fetichismo ideológico, esa pequeña parte se ha transformado en el sentido común del todo. En nuestras escuelas secundarias, por ejemplo, se sigue enseñando la "Edad Media" como uno de los grandes períodos de la Historia: los grandes terratenientes y la servidumbre de la gleba, los conflictos de la aristocracia feudal con la monarquía centralizadora, los de esta última con el papado, las cruzadas y las guerras de religión, etcétera. Todas cosas, evidentemente, que no pueden faltar en la formación de un adolescente. Ahora bien: ¿qué diantres puede querer decir todo esto para los bantú del Africa subsahariana, para los chipaya del altiplano boliviano, para los tunguses de la estepa siberiana? Es decir –si continuáramos la lista de todas las sociedades y culturas históricas que no han atravesado aquellos procesos–, de algo así como el 90 por ciento de la humanidad (incluyendo a una buena parte de Europa, especialmente oriental, cuyo "feudalismo" fue radicalmente distinto del de Inglaterra o Francia). | | Las Madres recuerdan que Gustavo Niño llevaba siempre el mismo saco azul. "Siempre parecía aterrorizado y nosotras cuidábamos de él. Rápidamente se convirtió en el favorito de Azucena Villaflor. La gente nueva que se unía al grupo pensaba que era su hijo", recordó María del Rosario Caballero en el libro La estirpe de Caín, de Tina Rosenberg. Caballero recordaba así en el libro de la periodista estadounidense las primeras impresiones sobre la llegada de Alfredo Astiz al grupo que se reunía en la parroquia Santa Cruz. Para darle credibilidad a su infiltración, Astiz participaba de las rondas de las Madres. En una de ellas hasta llegó a trompearse con un policía. Y proponía más reuniones y promovía eslóganes más fuertes. El 8 de diciembre de 1977, el grupo de la iglesia se reunió para juntar los últimos pesos para publicar una solicitada a página entera en el diario La Nación con el título "Sólo pedimos la verdad" y que denunciaba las desapariciones. Astiz llegó con una chica rubia a la que presentó como su hermana. –¿Gustavito, qué estás haciendo acá? –le preguntó Caballero. –¿Cómo me voy a perder un día tan importante –contestó. Cuando pasaron la bolsa de la colecta, Astiz se levantó y dijo que salía a tomar un poco de aire fresco. Mientras se iba, sacó unos billetes del bolsillo y los agitó. Los tipos que esperaban afuera entraron con las armas en la mano. | | -
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