Sexualidad y poder en la crítica literaria

Sexualidad y poder en la crítica literaria

—© Nicasio Urbina —

Tulane University

En mi artículo anterior sobre este tema vimos la importania de la teoría del lenguaje dentro del sistema de la teoría literaria. Hoy quisiera hablar de otra intersección muy importante de la crítica actual: la intersección entre la sexualidad y el poder. Esta es una dimensión sumamente reveladora en la crítica literaria, pues pone de relieve las diferencias que están en juego en la obra litraria. La representación, o mejor dicho, la forma de la representación, al ser sometida a un análisis riguroso, revela formas de dominación y de sumisión muy sutiles, pero al mismo tiempo, muy reveladoras, de las formas de dominación hegemónica imperantes en la sociedad. La relación entre la sexulidad y el poder es muy íntima, como ya como nos ha enseñado Michel Foucault en Histoire de la sexualité, "Es posible que Occidente no haya sido capaz de inventar placeres nuevos, y sin duda no descubrió vicios inéditos. Pero definió nuevas reglas para el juego de los poderes y los placeres: allí se dibujó el rostro fijo de las perversiones"(62).1 Y más adelante al concluir el capítulo, nos dice: "Sin duda, pues, es preciso abandonar la hipótesis de que las sociedades industriales modernas inauguraron acerca del sexo una época de represión acrecentada. No sólo se asiste a una explosión visible de la sexualidades heréticas. También –y éste es un punto importante- un dispositivo muy diferente de la ley, incluso si se apoya localmente en procedimientos de prohibición, asegura por medio de una ley de mecanismos encadenados la proliferación de placeres específicos y la multiplicación de sexualidades dispares. Nunca una sociedad fue más pudibunda, se dice, jamás las instancias de poder pusieron tanto cuidado en fingir que ignoraban lo que prohibían, como si no quisieran tener con ello ningún punto en común. Pero, al menos en un sobrevuelo general, lo que aparece es lo contrario: nunca tantos centros de poder, jamás tanta atención manifiesta y prolija; nunca tantos contactos y lazos circulares; jamas tantos focos donde se encienden, para diseminarse más lejos, la intensidad de los goces y la obstinación de los poderes"(63-64). Así es como la dialéctica entre sexualidad y poder, que atravieza toda la historia de la humanidad, ha pasado a ocupar el centro de nuestra atención crítica, de nuestro análisis y de nuestra praxis. Jacques Derrida ha dicho que toda crítica al fologocentrismo es de(s)constructiva y feminista, y toda de(s)construcción comporta un elemento feminista. "Feminismo y de(s)construcción" 24.2

El texto como todo fenómeno funcional de la existencia requiere alguna forma de interpretación, todo texto existe para ser interpretado, pero al mismo tiempo, todo texto, como experiencia, es apropiado por el lector como parte de su propia visión del mundo. Cada lectura de cada lector puede ser nueva y distinta; por lo tanto, la convivencia en un mundo compartido hace necesaria la interpretación. La materia de la interpretación es la relación de referencias con el mundo, de comunicación entre sujetos hablantes y la reflexión del texto con el lector.

A la crítica postmoderna y a los estudios culturales, se les ha echado en cara que conllevan una opacidad del significante, para resaltar preferentemente el significado. La gran ironía de la crítica postmoderna es que haya abandonado el estudio del significante, que se olvide de la importancia de la forma en función del contenido. La postmodernidad, que ha sido precísamente la corriente más interesada en el asunto del estilo y la forma, debería general una crítica que se preocupe de la evaluación estética, y sin embargo no lo ha hecho. Creo no obstante, que estamo asistiendo a un golpe de timón en este campo, y que muchos críticos están regresando a una consideración más integral del texto, sin olvidar las implicaciones de la significación del mismo, pero tomando más en consideración el estudio del significante.

El lenguaje en general, la literatura y la crítica es una búsqueda constante del lugar del otro, ese otro desde el cual nosotros realizamos todas nuestras significaciones. Si el sujeto es el que habla, y el sujeto solamente puede hablar desde el lugar del otro, entonces toda la cadena de significaciones está estructurada en función de ese otro, al que siempre queremos llegar. La crítica de la otredad ha abierto las posibilidades interpretativas de forma intespesiva, desarticulando el aparato literario, nítidamente construido, y estableciendo una serie de prioridades nuevas, revelando necesidades que antes no se mencionaban, dando expresión a miles de situaciones antes silenciadas. De esta forma vemos surgir oposiciones en torno a las cuales se estan organizando los discursos, enunciamos nuevos planteamientos y reiteramos viejas luchas. Así por ejemplo, al desmoronmiento de la ideología comunista y la retirada del análisis textual marxista, surgen los estudios postcoloniales con una nueva visión de la relación entre el tercer y el primer mundo, con una nueva forma de situar al sujeto subalterno, e importa una óptica diferente que va a transformar los conceptos de identidad y de nación, de relaciones trans-étnicas y multi-culturales. En América Latina tenemos siempre el dilema de la apropiación, apropiación de teorías y conceptos extraños a nuestra realidad, surgidos de un conjunto diferente de condiciones socio-históricas y de tradiciones literarias. Si bien es cierto que el problema de la importanción de teoría es muy importante, también es cierto que compartimos una serie de características con los países asiáticos y africanos, y que más allá de la lengua y las condiciones de indepenencia, la dependencia, la modernidad enajenada, la pobreza en contraste con los grandes capitales, son todas constantes que nos mueven a compartir una situación de sujetos periféricos del siglo XXI, capaces de insertarnos en el centro de la modernidad, pero sin pertenecer enteramente a esa condición.

Entre la crítica universalista al estilo de Habermas y el relativismo postmoderno, es posible encontrar una tercera vía, un campo medio, que podría estar representado por el trabajo historicista y científico de Pierre Bourdieu. Las propuestas de Bordieu en un libro como Outline of a Theory of Practice (1977) y The Logic of Practice (1990) importan una nueva forma de post-estructuralismo, más formal y serio, pero siempre muy interesado en las implicaciones políticas y éticas de la representación del otro.

Estoy de acuerdo en que la crítica literaria tiene que prestarle más atención al significante. La literatura siempre tiene como uno de sus objetivos de ser, la belleza estética. Sin valoración estética de la obra la crítica literaria pierde una de sus dimensiones más importantes. Por eso, en el movimiento perpetuo de los gustos y los géneros literarios, creo que volveremos a un análisis más profundo del significante, sin descuidar y cultivar las múltiples miradas a las significacions de los textos. No creo que esto sea un volver a los tiempos pretéritos, cuando la crítica se preocupaba solamente del valor estético, y hacía de esto el objeto de su estudio, ni tampoco es un regreso al estudio del autor como fuente y explicación de la obra; el tipo de crítica que va a primar es aquella que logra establecer un balance, una armonía entre las diferentes facetas de la obra, su significado y su significante, sus valores sociales y socio-culturales, su significación en términos de la lucha de clases y estructuras socio-económicas, de sus implicaciones históricas y filosóficas.

La literatura, querámoslo o no, es un sistema de castas, y la crítica literaria actúa como juez y parte en el conflicto. El canon es una estratificación que se ha impuesto a todo el gran corpus literario, de forma que privilegiamos ciertos autores y ciertos textos, y el estatus que gozan actualmente, determina en gran medida todas las lecturas que hacemos de ese texto. Cada crítica a su vez establece su canon, ya que inevitablemente tiene que privilegiar una serie de textos y discursos, en virtud de otros. En cada selección que se hace se está rechazando algo, se está estableciendo una lucha de poderes y de influencias, se está excluyendo en el simple movimiento de la inclusión. Dentro del sistema de la crítica literaria se da una apretada lucha de poder, establecida por el mismo conocimiento que la disciplina genera y la significación que eso tiene en nuestra sociedad. El ejemplo más dramático es la preponderancia que cada día va ganando la perspectiva feminista y la escritura femenina en la disciplina. Nuestra profesión está compuesta cada día más por mujeres, que constantemente están produciendo estudios y ensayos de óptica feminista, que están releyendo los textos canónicos, descubriendo las múltiples marcas de la sociedad patriarcal, denunciado injusticias y maltratos, y demostrando los múltiples textos que han sido silenciados en ese discurso. Esta es una revolución sin precedentes y no tiene vuelta atrás. Si el marxismo fue la gran revolución del siglo XIX, y sus aciertos y sus errores los vimos en el siglo XX, el feminismo es la gran revolución del siglo XX y sus consecuencias se seguirán viendo muy entrado el siglo XXI.

Matthew Arnold pensaba acertadamente "que la literatura no tenía obligación de enmendar las injusticias, y que el juicio crítico no era un asunto de si se estaba o no de acuerdo con las propuestas del texto" (Belsey 128).3 El juicio crítico siempre será subjetivo, pues parte siempre de la experiencia de lectura de ese individuo, que por naturaleza tendrá preferencias y desagrados, que estará marcado por ciertos traumas e inclinado a ciertos placeres, que siempre tendrá una ideología y siempre buscará en sí a un otro. Pero la convición profesional del crítico lo debería llevar a establecer un juicio crítico medianamente imparcial, justo, equilibrado. Esto, que no es posible, debería ser la directriz. La realidad es que dominan los intereses personales e ideológicos, domina la imagen y la reputación, domina el comercio y las leyes de mercado. En ese sentido, queridos colegas, la crítica literaria es como la medicina, "una ciencia que es un arte que es un negocio". Arnold hablaba del "desinterés" (dessinterestedness) de la crítica, manteniéndose siempre por encima de las cosas terrenales, de las implicaciones prácticas del arte. Pero también sabemos que el sistema político actúa como ocultamiento de otras represiones culturales más profundas, revelando un sistema basado en desigualdades. Desigualdades que pueden ser tanto sociales como económicas, sexuales o étnicas. Sabemos que estas desigualdades que se encuentran enterradas en el texto bajo varias capas de significaciones, y que una labor del crítico puede ser excavar ese terreno buscando las conexiones entre los diferentes elementos del mensaje. Por tanto nuestro desinterés no puede ser más que parcial, y paradójicamente, es de esa parcialidad, que surgen los postulados más provocativos de la crítica literaria, porque es ahí donde se establece el diálogo y la polémica, se establece una dialéctica, de la que finalmente surgen propuestas más sólidas.

Recordemos la gran lección de Michel Foucault en cuanto al poder y la autoridad de los textos. En La arqueología el saber Foucault expresa que en toda sociedad la producción de discursos es al mismo tiempo controlada, seleccionada, organizada, y redistrubuida de acuerdo a un cierto número de procedimientos, cuya función es evitar los poderes y peligros que esos mismos textos, lidiar con sus eventualidades, evadir su materialidad, resistirse a sus gestiones.4 Lo que demuestra que tras los discursos hay siempre una serie de poderes engastados en una dinámica contínua e ilimitada, siempre influyéndose mutuamnte, reaccionando el uno al otro. De donde se deduce que cada texto está inscrito en una serie de materialidades y contingencias, que van determinar la lectura y el proceso de interpretación de ese texto. Ya Nietzsche los había dicho claramente, que los textos son hechos de poder, no intercambios democráticos. También debemos de recordar la lección de Edward Said, en su "The World, the text, and the critic", en cuanto a que los textos hay que interpretarlos en todo su mundanal contexto, oponiéndose así a la posición de Paul Ricoeur y de la teoría de la recepción, de que el referente se actualiza únicamente en el procso de lectura.5

Volvamos una vez más al problema de la crítica literaria actual y la opacidad del significante. Thomas Docherty señala en su reciente libro Criticism and Modernity, que hay una relación muy estrecha entre estética y política, que la estética moderna se desarrolló en una arena explicitamente nacionalista, que los problemas relacionados con el surgimiento de las naciones-estado, y que están relacionados con preguntas filosóficas pertinentes a los problemas sociales y a la conformación del sujeto humano autónomo, determinando libremente sus propias relaciones con los otros seres humanos y con los objetos, y que todos estos están en gran medida regulados por lo que hemos dado en llamar las academias, en su sentido más amplio".6 Estudios como los de Docherty son parte de una tendencia general de regreso a una lectura más detenida de los significantes, en busca de un balance entre concepción estética y significación social. Hoy en día leemos y enseñamos en las universidades, entre textos muy buenos textos verdaderamente malos, novelas deficientes, malos poemas, pero los enseñamos porque además de su deficiencia estetica, y a veces a causa de ella, ponen de relieve otras cosas que también son importantes para la literatura. Su contenido, su ideología, su defensa o su denuncia, son importantísimas para entender el tiempo en que vivimos o en el que no vivimos. Ahora bien, al mismo tiempo que estos textos llevan a cabo su labor denunciadora, establecen también unos criterios estéticos, criterios que en determinadas instancias hasta llegan a imponerse y a hacer escuela, y que con el tiempo van cambiando nuestra percepción estética original. Por lo tanto la forma en que podemos atacar la opacidad del significante es fundamental para determinar la forma de nuestra crítica literaria. No es suficiente extraer la implicaciones sociales de un texto, ni su historicidad, si no realizamos una evaluación estética del artefacto, ya que la reacción estética es una parte indispensable del objeto artístico y cultural.

Todos los escritores tememos y ansiamos la crítica, es parte fundamental del mundo en que nos movemos, es alimento fundamental para la consumción de nuestros artefactos estéticos. Como decía Fredrich Dürrenmatt, "Uno está tan expuesto a la crítica como a la gripe". Pero esta actividad hay que entenderla como una reflexión general, variada y plurívoca, que a partir de los textos que estudia, se proyecta hacia formas de conocimiento de la sociedad, se proyecta hacia una reflexión general sobre las filosofías, esto es, filosofia del lenguaje, estética, sociología, antropología literaria, ciencias políticas, economías de mercado, metafísica, etc. Así, la crítica literaria abre sus campos de especulación para cubrir una inmensa porción del conocimiento humano, para junto con los textos literarios, darnos una mejor idea de quiénes somos y hacia dónde vamos.

El autor Chairman del Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Tulane. urbina@tulane.edu

i Michael Faucault. Histoire de la sexualite. Paris: Gallimard, 1976.

ii Jacques Derrida. "Feminismo y de(s)construcionismo" Entrevista con Cristina Peretti. Revista Cultural (Santiago de Chile) (1991): 24-28.

iv Michel Foucault. L'archéologie du savoir. Paris: Gallimard, 1969.

v Edward Said. TheWorld, the Text and the Critic. Cambridge: Harvard University Press, 1983. pp. 31-53.

vi Thomas Docherty. Criticism and Modernity. Aesthetics, Litrauture, and Nations in Europe and Its Acedemies. Oxford and New York: Oxford Uviversity Press. 1999. l in passim.

http://archivo.elnuevodiario.com.ni/2000/septiembre/16-septiembre-2000/cultural/cultural4.html


 
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