“Lo fatal”: el poema-lápida de Rubén


jun 20, 2009

"Lo fatal": el poema-lápida de Rubén

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque ésa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror... Y el espanto seguro de estar mañana muerto y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos! ...


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Rubén Darío en Barcelona, 1914.

"Lo fatal", el texto breve en verso más profundo e imperecedero de Rubén Darío, cierra el todo unitario –pese a su heterogeneidad temática– que es Cantos de vida y esperanza. Los Cisnes y Otros Poemas (1905). Se trata de un poema-lápida dedicado a "A René Pérez M.", que ya figura en el manuscrito datado en 1905 ¿Quién era este caballero y qué grado de amistad mantenía con Rubén?
Su amigo en París y chileno de nacimiento, René Pérez M[ascayano] era un hombre de negocios, pianista y compositor. Cuando en el año referido visitaba a Darío en el modesto apartamento de éste (calle Feydeau, 26), acompañado de Francisco Contreras –otro chileno–, Pérez M. sugirió al poeta, para animarlo, que debía volver a Chile tirado por un cisne, como Lohengrin. No es país de cisnes ése, respondió sordamente [el poeta], recordando sin duda ciertos ataques que allí, hacía poco, le hicieran".

El mismo Pérez Mascayano escribió a Rubén, cuando el poeta vivía en Madrid, una carta –suscrita en París el 3 de marzo de 1909– donde le confiaba su voluntad de casarse con una francesita –conocida suya desde los trece años– y le informaba de la vida bohemia. Del 21 de marzo de 1910 data una tarjeta postal –firmada por Darío, Pérez Mascayano y Eugenio Díaz Romero– con una fotografía del restaurante parisino "A la Tour d'Argent" —cuyo propietario era Frederick Delair— dirigida al pintor Eduardo Schiaffino en Buenos Aires.

Pérez Mascayano fue secretario de Rubén Darío, desde su primer número (mayo, 1911), en Mundial; de manera que aparece su nombre, al lado del director artístico Leo Marello; pero antes colaboró con Darío en la correspondencia previa: ...el pobre poeta, ilusionado por mil promesas, se dejó persuadir [por los hermanos Guido], y, ayudado por René Pérez, se dio en seguida a escribir cartas a sus amigos de España y América, escritores, publicistas o magnates aficionados a las letras pidiéndoles colaboración. Pérez Mascayano había participado (octubre de 1907) en la pequeña fiesta que la familia de Rubén –en ausencia éste por su viaje a Nicaragua– organizó en el bautizo de "Guicho", tercer hijo que el poeta tuvo con Francisca Sánchez. Darío, además de música, hablaba mucho [con Pérez Mascayano] de los interrogantes eternos del hombre. Esta circunstancia explica la dedicatoria.

Su manuscrito, en la Biblioteca del Congreso, fue analizado por I. Fiori de Rossi y otras. Ellas señalan una alteración textual cometida por Alfonso Méndez Plancarte en el v. 2: ésa (como se lee en el manuscrito en la primera edición) por ésta (que carece de connotación despectiva). Comparte el error Jaime Concha. La escritura es fluida, excepto en los alejandrinos 2, 6 y 7 que ofrecen leves sustituciones, y el 9 donde el verbo sospechamos antepuesta a apenas la convierte en palabra final, quedando el verso así: lo que no conocemos y apenas sospechamos

¿Un soneto frustrado?
Según Carlos Óscar Cupo, "Lo fatal" llevaba la distribución de un soneto alejandrino, pero Rubén sustituyó el terceto final por dos versos libres: un eneasílabo y no saber a dónde vamos y un heptasílabo ni de dónde venimos... Así lo recuerda Niall Binns en una comunicación impertinente, pues considera violenta experimentación la deliberada eficacia lapidaria de los dos últimos versos; con todo, valora "Lo fatal" como ejemplo clave ("talvez por única vez") de su anticipo a una sensibilidad más propia de la vanguardia [...]. El poeta se enfrenta modernamente (y no sólo modernísticamente) al abismo de un mundo sin dioses, vaciado de su saber tradicional, y a las pulsaciones destructoras –y creadoras – de un nuevo siglo y una nueva poesía".

Pero obsérvese que los versos finales, 12 y 13 --de sílabas cortas-- interrumpen la fluidez de los alejandrinos precedentes, sin duda para confirmar el cese definitivo de la vida que significa la muerte. Se trata, pues, de un consciente recurso; no de un incidental soneto frustrado de 14 sílabas.

Fuerza estilística

Estilísticamente, la fuerza de esta descarga agónica existencial reside en catorce verbos (ser –dos veces–, saber –dos–, sentir, haber, estar, sufrir, conocer, sospechar, tentar, aguardar, ir y venir), y en quince sustantivos (vida –dos veces–, dolor –otras dos–, árbol, piedra, pesadumbre, rumbo, temor, terror, espanto, sombra, carne, racimos, tumba y ramos), a través de la acumulación unida por la conjunción copulativa /y/, a la que se recurre diez veces. Imposible prescindir de la escala de sensibilidad señalada por Maraso en la primera estrofa (vv.1-4): piedra-árbol-animal-hombre, expuesta por el científico francés Claude Bernal en su obra La ciencia experimental (1898). El crítico argentino añade que Darío eleva a categoría poética un novísimo vocabulario científico.

Como en "Ofrenda matinal", otro poema de Cantos de vida y esperanza, la rima del verso 8 corresponde a la preposición por, la cual se queda en el aire esperando a que el encabalgamiento le otorgue funcionalidad en el verso 9: lo que no conocemos y apenas sospechamos. Luego, en el 10 y el 11, traza un paralelismo inquietante y correlativo: carne / tumba, tienta / aguarda, fresco / fúnebres, racimos / ramos, es decir: sustantivos-verbo-adjetivos-sustantivos. "Cada término encuentra su opositor, con lo cual ambas ideas: vida / muerte se contraponen en totalidad".

Fuentes

Las posibles fuentes de "Lo fatal" han sido consignadas por varios críticos, entre ellos, Amado Alonso (1930) y los ya citados Marasso (1934) y Cupo (1941). Alonso sugiere, como la fuente de la primera cuarteta, unos versos de Miguel Ángel; pero la considero muy improbable. Enrique Anderson Imbert también descarta la sugerencia de Alonso: "Hay coincidencia de unas pocas palabras y disidencia en todo lo demás, y esa mínima coincidencia ¿no podría salir de la polaridad piedra-hombre, obvia para todos?
Marasso –reitero-- establece una relación entre la escala de sensibilidad del científico francés Claudio Bernard y el poema de Darío: la piedra dura (esa que no siente), el árbol (es apenas sensitivo), el dolor de ser vivo (sin entera conciencia, vida animal) y la vida consciente (el hombre). "El continuo paralelismo de las imágenes de Darío con las ideas de Claudio Bernard me induce a pensar que nuestro poeta ha escrito Lo fatal después de leer el libro del sabio francés".

A éstas habría que agregar los versos de "La bendición nupcial" del colombiano José Eusebio Caro (1837-1853), señalada por Pablo Kraudy en la nota 6 al pie de "Lo fatal" de nuestra edición crítica de Cantos de vida y esperanza: nótese la afinidad de los dos últimos versos darianos con los del poema de Caro, en el cual se interroga: ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? / ¿A do caminamos? ¿Pura coincidencia? Definitivamente, no: Darío leyó a todos los poetas decimonónicos de Colombia y los versos de Caro debieron quedarle en la memoria.

Anderson Imbert, autor del estudio crítico-biográfico más completo y lúcido sobre Darío, también tuvo el mérito de localizar indirectamente la fuente de "Lo fatal" en Arthur Shopenhauer (1788-1800) al transcribir cuatro versos de "Allegro nuevo al modo antiguo" de Ezequiel Martínez Estrada, perteneciente a su poemario Nefelibata (1992): Hoy muerdes mi garganta, / Schopenhauer, con su filosofía: / "Mejor que hombre es ser planta, y todavía / ser mineral mucho mejor que planta".

Pero el crítico español radicado en los Estados Unidos, Alberto Acereda, localizó la fuente específica: el capítulo 56 de Welt als Wille und worstellung (1819) [El mundo como voluntad y representación] y desarrolló la conexión de la filosofía de Schopenhauer con este poema que "incluye una trágica desesperación ante la realidad de la existencia humana y un rechazo de la conciencia y de la sensibilidad al ser fuentes del dolor..."


Valoraciones
Rubén explica: "En Lo fatal, contra mi arraigada religiosidad y a pesar de ello, se levanta como una sombra temerosa un fantasma de desolación y de duda. /Ciertamente, en mí existe, desde los comienzos de mi vida, la profunda preocupación del final de la existencia, el terror a lo ignorado, el pavor a la tumba […] Todas las filosofías me han parecido impotentes, y algunas abominables y obras de locos y malhechores. En cambio, desde Marco Aurelio hasta Bergson, he saludado con gratitud a los que dan alas, tranquilidad, vuelo apacible y enseñan a comprender de la mejor manera posible el enigma de nuestra estancia sobre la tierra"

El poeta español Manuel Mantero, por su lado, anota: "Comentar este poema llevaría mucho tiempo: asombra, no obstante, comprobar su terminología precisa, sus conceptos claramente existenciales. No era Rubén un filósofo [...] Pero es indiscutible el alcance existencial de su obra, con mucha más exactitud precursora que Unamuno o Machado". Y especifica: "La vuelta del hombre sobre sí mismo en su cualidad de ser para la muerte está ya especificada en Rubén Darío, que alude a sus minas interiores, a sus abismos (y es obvio recordar aquí los abismos de la doctrina existencialista) [...] Con lo señalado es suficiente para tener derecho a considerar a Rubén Darío como primer poeta existencial en lengua castellana".

Acerca de la incidencia de "Lo fatal" entre los poetas españoles del siglo XX, no es ocioso recordar la que ejerció en Impresiones y paisajes (1918) de Federico García Lorca, quien recitaría este poema en Nueva York, una noche de 1929, ante el asombro de John Crow, su compañero de Columbia University.
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