Testimonio de Ronal Antonio López Herrera. Silvio


Testimonio de Ronal Antonio López Herrera.
Silvio

En el mes de diciembre de 1978, hace 40 años, estábamos en el Cerro El Tular, al oeste de Estelí, en La Columna Filemón Rivera del Frente Norte Carlos Fonseca Amador, al mando de Rubén, el legendario Francisco Rivera Quintero, El Zorro; recién ingresados de Honduras, sembrando sueños con sacrificios y sufrimientos como abono para hacer germinar una "Nicaragua sin dictadura militar". 
El viento del Este empujaba hasta nuestros oídos el eco de la explosión de las bombas de 500 libras que sueltan los DC 50 sobre Estelí. Nosotros, en la montaña, con el sello de la victoria estamos listos para el combate contra el régimen militar genocida de Somoza. Ya la tierna esperanza de Patria Libre o Morir maduró y creció en la convicción irreversible de Patria o Muerte, Venceremos a cambio de tanta sangre para llegar a vivir en libertad y en paz.
La Fe tremola en el amor, el amor en nuestros corazones y la convicción de la victoria en nuestras mentes. Nada nos detiene; ni la tortura, ni el hambre, ni el dolor, ni la muerte.
Un susurro sigiloso serpentea saltando de rama en rama, de corazón en corazón, de oído en oído, en el heroico e histórico Cerro El Tular.
Un Zanatillo clarinete anuncia al viento que la guardia nos detectó. Somos la fuerza más audaz del Frente Sandinista y vienen con tanques Sherman, aviones de combate y centenares de tropas elite y lo más bravos esbirros de los ejércitos de Centroamérica (CONDECA) con la orden de que no quieren prisioneros, sino, cadáveres.
Introspectivamente en el espejo de mi conciencia se refleja una canción de amor, de esperanza y de libertad.
¿"Quién dijo miedo!!!!!! ????"

La tensión se iba incrementando poco a poco porque era de nuestro conocimiento que una tropa de exploración de la EEBI había atrapado a nuestro compañero heroico Ulises Torrez Aráuz, "La Culebra", el cual andaba en misión.
La Culebra, se liberó de los brazos de la guardia, se tiró a un abismo, desapareció sin ruido ni rastro. Se esfumó ante los ojos asesinos de la esbirra genocida.
Fue la primera señal de nuestra naturaleza mágica que tuvo la guardia.
La guardia sintió miedo por la habilidad y misterio de La Culebra.
Qué alegría en la mañana siguiente que va llegando La Culebra al campamento. Ahora, a   esperar el combate. Este fue el campanazo. 
Saludes hermano estés donde estés

Juan Ramón Ramos conocido como El Indio Emilio; Guerrillero heroico, Guerrillero histórico del seno del pueblo nos trasmitía confianza, seguridad y serenidad en la agitada incertidumbre de los combates. Nos contagiaba con su ejemplo de guerrillero dispuesto. Ni un ápice de miedo a un ejército criminal. Su serenidad en el combate y su gran disciplina. El Indio Emilio, con su experiencia de vieja data supo conducir, motivar, organizar y disponer a las agrupaciones de jóvenes insurreccionados para librar con éxito los enfrentamientos contra la genocida somocista. Es un gran pilar fundamental del Frente Norte Carlos Fonseca Amador. Un verdadero héroe.

Tal es el sentido de equidad del Indio Emilio que en una ocasión venían en una columna procedente de Honduras con dirección al Cerro El Tular. El indio Emilio como responsable de columna no iba ni a la vanguardia ni al centro ni a la retaguardia, sino que se mantenía haciendo un recorrido desde la vanguardia hasta la retaguardia a lo largo de todo el trayecto. Caminaba el doble o el triple de lo que caminaban los compañeros de la columna. Cada quién traía su carga que consistía en armas y pertrechos. El indio Emilio observó que la mula venía sobrecargada porque un compañero no soportó el peso de su carga y se lo pasó a la mula. El indio Emilio detuvo la marcha y amonestó fuertemente al compañero que recargó a la mula dándonos una lección de equidad de responsabilidad de compañerismos sin importar el reino que fuese. Con esos ejemplos nos íbamos forjando a diferencia de los no muy pocos trabajadores de hoy

Centenares de soldados de la EEBI (Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería) reforzados por el CONDECA, (Consejo de Defensa Centroamericano) que suman casi los mil hombres acuerpados con TANQUES SHERMAN nos están rodeando por tierra en torno al Cerro El Tular, de unos 1800 mts de altura y vienen avanzando hacia nosotros, que conformamos la columna Filemón Rivera y ocupamos desde la mitad del Cerro hasta la cima. Sobre nuestras cabezas sobrevuelan aviones de reconocimiento apertrechados con ametralladoras de 50mm cada una, un Cesna Barón de reconocimiento que sobrevuela a mediana altura. Aún no aparecen los aviones Pusch & Pull (jala y empuja) de origen israelí apertrechados con 2 ametralladoras de 30mm y rockets aire-tierra de alto poder. Es una fuerza desproporcionada en extremo. Nosotros sólo éramos cerca de 120 compañeros entre estudiantes, campesinos, hombres y mujeres. La orden militar es que solo quieren cadáveres y de eso estamos claros y entendidos. Es una relación casi de 10 a 1 sin incluir tanques y aviones. Es la locura del amor por la libertad la que hace arder en nuestra fuerza joven la pasión por entregarnos de manera plena en esa lucha desigual, sin reserva y sin retroceso.
La consigna era Patria Libre o Morir.

Un día antes de iniciar los combates encarnizados, nos había llegado un refuerzo de 20 compañeros al mando del Indio Emilio, procedentes de Duyusupo, zona de San Marcos de Colón, Honduras. Traían una ametralladora de 30mm, fusiles FAL y repletos de municiones. Entraron al Campamento del Tular, justamente por la estrecha angostura del sigilo misterioso del Indio Emilio, que estando nosotros cercados por tan poderoso aparato militar, los muchachos pasaron ante sus narices y siendo de día, la guardia no los vio pasar y nunca supieron cómo.
De repente, pasó un jet caza de la FAN a vuelo rasante y alta velocidad rompiendo el tenso silencio con un estrepitoso sonido de su turbina de propulsión jet para amedrentarnos psicológicamente, pero bombardeó más adrenalina en nuestros cuerpos.
Estamos dispuestos a vencer y para ese momento, la EEBI ya nos tiene dentro de un cerco militar blindado sin ninguna opción de escape.

En posición de combate, camuflados e inmersos en la mudez de un tenso silencio, estamos esperando el minuto del fuego.
A mi derecha está Ulises, La Culebra, más allá David que le decíamos el Muñeco.
La Culebra me quedaba viendo. Tendió su brazo y poniendo su mano sobre mi cabeza me apretó contra la tierra con fuerza, me ardía la cara, de repente, se rompió el silencio y el silbo bélico de una ráfaga nutrida de metralla pasó por encima de mi cuerpo. Algunas balas impactaron a pulgadas de mi salpicándome de tierra la cara. Vi a los ojos de la Culebra y me dijo sorprendido que no supo cómo ni porque lo hizo.
Vino un nuevo silencio y después otro traqueteo continuo. 
Logramos salir ilesos de esa refriega. La táctica de la guardia era acorralarnos y aniquilarnos a todos, la estrategia del FSLN era liberar a Nicaragua de esa terrible y sanguinaria dictadura criminal.
La columna surgió sin experiencia combativa integrada por "los muchachos" surgidos después de la insurrección de septiembre 1978. El Zorro se trasladó a los Araditos y la columna quedó al mando Froylán, Juan Alberto Blandón otro héroe noble, agudo, audaz y duro. No eran bombas ni cohetes ni triquitracas celebrando las fiestas de diciembre. Eran los dolores de parto de Nicaragua porque su libertad estaba coronando. 

A partir de esa hora, los combates aumentaron y se fueron recrudeciendo de manera brutal y salvaje. 
Disparaban hacia nosotros con tanques de guerra Sherman, con metrallas de 50 mm y 30 mm, bombardeos con aeronaves de combate y por tierra avanzaban centenares de centenares de criminales genocidas asesinos de la dictadura entrenados para matar, para torturar, reforzados por lo más criminal de los ejércitos de Guatemala, Honduras y el Salvador, (CONDECA) 
Era sin tregua el asunto. Horas de horas bajo el nutrido fuego de aniquilamiento total. Para entonces, llevamos día y medio y una noche de combates encarnizados, no había tiempo para comer, aún no se registran bajas entre nosotros. De parte de ellos sus bajas se las llevan tendidos en camiones y sus heridos en helicópteros. Dicen que son muchas sus bajas. Están descontrolados, los atraemos y cuando llegan ya no estamos y cuando estamos, no nos ven.
Su miedo a nosotros es más por el el resplandor de la sabiduría y la brillantez del destello de la inteligencia de nuestros compañeros campesinos y la dialéctica del pensamiento natural con la sazón de la experiencia, que hacen de El Zorro, de Froylán, el Indio Emilio, Camilo Bigote, el Viejo Martín, Santana, la Culebra, María Libertad, Pablo, Pablito mi hermano, América, ...........hasta alcanzar a cada uno de nosotros, esa savia silvestre y natural que nos vuelve una poderosa, invisible e invencible arma letal de combate impulsada por la pólvora del amor a la libertad y a la vida, de otra forma, nos aniquilarían, por nuestra baja capacidad de fuego.

Como estos relatos son escritos a partir de mis vivencias, no lo vi, por ello, no sé cómo sucedió, pero el desgarre que nos hizo la guardia, fue inhumano. La EEBBI llegó donde estaba parapetada ella, sin más armas que su inocencia. Yo estaba por otro lado con la Culebra, David, El gato y otros, moviéndonos debajo de aquella tormenta de odio. Arrancaron su corazón y sorbieron su sangre. No lo vi, lo supe y el dolor desgarro el alma. Solo tenia16 añitos, me cuenta Pablo, (Marcial López) mi hermano. Pero ni siquiera tenía más armas que su amor por la libertad. Una hiena descargó todas las municiones de su arma de guerra contra su frágil cuerpecito indefenso de muchacha adolescente aún. Ninguno quedó vivo, la tierra sorbió su crimen. Fue la primera víctima de nuestra parte. Que dolor tan profundo sentí en mi alma. No lo puedo describir. (Dice María Libertad, otra héroe, que Carol llevaba un 22 mira telescópica, con esa arma entrenó y con esa arma murió. Le pegaron un balazo en su estómago y solo tenía 15 añitos.)

Estaban unos 15 muchachos de entre 12 y 15 años sin armas, ocultos en un bosque exactamente por donde la EEBI venía subiendo y los encontrarían. No tenían nada con que defenderse y al encontrarlos la guardia genocida haría lo mismo o peor de lo que hicieron con Alba Luz.
Froylán me seleccionó junto con el Muñeco David para bajar hasta la falda del cerro, cruzar un llanito plano, perdernos entre los pinos, llegar donde los compañeros y moverlos a otro lugar. Estaban indefensos. La Culebra le pidió a Froylán ir con nosotros, pero la orden fue que tenía que acompañarnos hasta cierta parte, después, seguimos solos hasta llegar donde los compañeros. Todo esto debajo de un bombardeo y lluvia de balas irracional. Absolutamente irracional
La EEBI venía subiendo en dirección exacta donde estaban ellos, y ellos, no sabían. Había que llegar primero que la guardia. Ahí estaba Hugo Castillo, el Chino, Rebeca, Martita Sánchez. Todos unos niños.

Logramos llegar con vida donde los muchachos, ahí estaban, naturalmente asustados, pero increíblemente serenos. Eran unos niños que huían de ser asesinados por la guardia de la dictadura. Nos ubicamos a unos 15 metros a cada lado de ellos mientras el pensamiento extendía sus alas para ver por dónde nos podríamos retirar, salir con vida y salvarlos a ellos. Esa era la orden.
Un avión de reconocimiento sobrevuela lentamente, a baja altura y al alcance de nuestro fuego, provocándonos para que le disparemos y detectar nuestra posición por el chispazo del cañón y el eco de la detonación de los disparos.
David les disparó una ráfaga y nos detectaron siendo eso el detonante que da lugar a este relato.
Reconcentraron el fuego sobre nosotros orientando los cañones de sus tanques, bombas aéreas y por tierra la EEBI y CONDECA avanzaba con su infantería profesional disparándonos intensamente.
Respondimos con fuego y no los dejamos avanzar, pero de repente tengo de frente a un avión Push & Pull que se me viene de frente disparando con una metralleta de 30 mm. Le hice frente disparando con mi poderoso FAL. Sus balas no me alcanzaron, pasó sobre mi cabeza y le seguí disparando, en eso, detrás le sigue otro igual. De su ala salió un humito y casi se me sale el corazón por la boca, pensé que le había dado, pero no, Era un cohete aire-tierra de alto poder destructivo dirigido hacia mí.
Por instinto salté por los aires casi al mismo tiempo que el cohete explotó en el árbol que me servía de parapeto.
La onda expansiva me expulsó varios metros más allá y al caer en tierra, mi sangre acalorada salía a borbollones de mi cuerpo tiñendo de rojo mi camisa, mi fusil, mis brazos, estaba herido y desconcertado. la voz de María Libertad serpenteó entre los pinares susurrando que tenían que sacarme.
Una esquirla partió en dos la arteria principal del brazo derecho, desbarató el codo y mientras yo inconsciente la EEBI avanzaba disparando hacia mí, quien inamovible me seguía desangrando en el cerco de la muerte en que estaba atrapado y no había ninguna opción posible de salir con vida según la razón y la lógica de naturaleza humana y no creía en el amparo de ninguna fuerza de naturaleza divina que pudiera socorrerme.
Estaba perdido pero los muchachos estaban a salvo.

Quedé tendido en el suelo, las balas me pasaban rozando a centímetros del cuerpo, me sentía entumecido, me iba desvaneciendo y sentí que moría desangrado
No habían túneles con luces brillantes en el fondo. Sentía tranquila mi conciencia por que cumplía por amor a un pueblo huérfano de Amor, de Justicia, de Paz.
Todo para ellos…. barrigones golosos. En su embriaguez glotona se olvidaron de Nicaragua y su pueblo. Y aunque yo no experimentaba ningún tipo de escasez económica y de ningún tipo en mi familia, no era justo lo que veía.
Me iba desvaneciendo en aquel sueño que dice "Mañana hijo mío, todo será distinto" y lo creí"
Con este aliciente, mi vida se desvanecía serena y tranquila inmersa en la violencia de aquel infierno. Con ese pensamiento moría ya en estado inconsciente.
Los sanguinarios asesinos de la dictadura ya estaban a pocos metros de mí.
Un traqueteo ensordecedor de metralla guerrillera detonaba en mi oído y me volvió en sí. Pablo (Marcial López) mi hermano y María Libertad y otros compañeros........arrebataron mi cuerpo de las fauces de la EEBI en un enfrentamiento encarnizado y como telón de fondo una tormenta de bombas.
Pablo me puso un torniquete con su camisa y me llevó a la casa en donde Froylán dirigía los combates
Me asistió Luz Úbeda y Víctor, estudiante de medicina, quien me puso un torniquete, lavó la herida sin anestesia y la cerró con una aguja de coser y con hilo de zurcir.
Un acto heroico y rebosante de amor fuera de la razón y de la lógica hizo posible que estos compañeros como una extensión de aquel pequeño ejército loco y su coro de ángeles, salvaran mi vida. "Pablo", Marcial López mi hermano menor, temerario y noble y "María Libertad", Mirian Pérez, guerrera heroica y todos los compañeros que estaban ahí, son héroes María Libertad es un poema y un canto a la vida. Seguramente otros compañeros estaban luchando para sacarme. Pero sacarme de la garganta de la bestia era obra de naturaleza Divina, pero yo aún no lo comprendía.

Una vez a salvo, quedé bajo el cuidado de la compañera Luz Úbeda. Estaba anocheciendo, el bombardeo de los aviones y el traqueteo de las armas de la dictadura era interminable.
No había un momentito de tregua, pero nosotros estábamos resueltos a materializar la consigna de liberar a Nicaragua de la dictadura de Somoza o morir luchando.
Es que no había de otra manera, el Gobierno de Estados Unidos nos la había impuesto y quitarla era una necesidad histórica al precio que eligió la conciencia del pueblo.
En eso pensaba cuando la extensión del amor llegó a mí a través de Luz quien me llevó una sopita Maggie con huevo y con un chuponcito de tela hervida comenzó a alimentarme.
Me abría la boca, presionaba el chupón y la sopita caía en la garganta bajando al estómago sin que yo hiciera nada para tragar.
Me fui quedando...me iba... salía de mi... flotaba y en mi pecho, el corazón luchando para oxigenarme preguntaba:
"Dónde estás amor, en esta fría noche que hiere mi piel y una lágrima se desprende de mi alma arrastrando el dolor de no saberte?
¿Dónde estás amor mío, que te busco en medio del viento frío, en esta noche de cantos de búhos, en donde la muerte cabalgó acechante en una bala de guerra, desgarró mi cuerpo y quiere llevarse mi alma al olvido?
¿Estarías esperándome en la mañana de otro tiempo? ¿En un giro del viento? ¿En el aroma de la vida? ¿En el sacuanjoche o el guardabarranco? ¿En la luz de Cristo?
¿Dónde estás amor mío?
Sólo quiero conocerte para darte un beso antes de quedarme dormido.
En esos pensamientos mi mente me consolaba cuando de repente un esbirro intruso quien sabe desde donde disparó un bombazo que explotó cerca y me despertó asustado.
Sufría mucho al pensar que la guardia entrara a la casa y me capturara en ese estado.
Estaba dormido profundamente en un tablón de madera que antes había sido puerta, sostenido a punta de sopa Maggi con huevo. El silencio de mi mente era interrumpido continuamente por el ruido de las bombas y las armas de guerra de los combates, pero como una rosa en el mar o como una golondrina en verano o como una gota de esperanza a la orillita de mi muerte, una voz suave se iba infiltrando a mi conciencia por el umbral de mi oído con palabras que decían:
"Vos podés, el poder está en tu mente, desde tu mente le das órdenes a tu cuerpo. Silvio, Vos podés."
Pablo, (Marcial López) Pablito mi hermano me estaba hablando bien bajito infiltrando este mensaje por el umbral de mi oído hasta llegar a mi mente. Al ver que se abrieron mis ojos un destello de alegría iluminó su rostro y se regresó a lo crudo de ese infierno, de repente, la explosión de una poderosa bomba hizo temblar la casa donde yo estaba.
¡Nos detectaron!!!  pensé, y no tenía la más mínima fuerza para moverme y solo podía respirar o parpadear cualquier otro esfuerzo venía acompañado de un desmayo, náuseas dolores.
Afuera escuchaba gritos de confusión y lamentos. Quedaba viendo la puerta esperando que entrara la guardia. Sufrí mucho. Noel Valenzuela preparaba una poderosa bomba como señuelo que explotó en sus manos y mató a dos compañeros. Ya eran cinco bajas de nuestra parte Albita, Noel que quedó herido y dos compañeros más que murieron en ese accidente y yo.
Ya teníamos cuatro días de combate sin dormir, sin comer, sin descansar y lo más grave, sin municiones. No teníamos ninguna alternativa de subsistencia y las posibilidades de escape eran nulas porque ellos habían hecho un anillo blindado completo entorno al cerro el Tular.
Ya no podíamos más. Trascendimos el límite de cualquier capacidad humana y eso no era obra de nuestras fuerzas, eso era obra de otra fuerza superior.
Ellos eran 800 soldados entre miembros de la EEBI, CONDECA y GN, varios tanques de guerra y aviones de combate.
Nosotros solo éramos 120 combatientes de la heroica Columna Filemón Rivera compuesta por hombres y mujeres jóvenes, estudiantes y campesinos
En nuestra entrega y determinación incondicional estaba la fuerza necesaria que hacía de nuestros sueños la lluvia que caía para germinar en Nicaragua el fruto de su libertad social.
En silencio, con Froylán a la cabeza, se venía hilvanando la sabia salida, parecida a como cuando Ulises, la Culebra que lo agarraron vivo y escapó sin dejar rastro o cómo cuando él indio Emilio a mediodía en punto paso con 20 hombre ante los ojos de la guardia y tampoco vieron su sombra

En las andanzas de mis pensamientos no se me cruzaba por la mente que una fuerza de otra naturaleza, no humana, ya había puesto su santo y su seña en nuestra mente y en nuestro corazón, para todos los tiempos.
Proverbios Cap. 30 Vrs 19
Tres cosas me son ocultas;
Aun tampoco sé la cuarta:
El rastro del águila en el aire;
El rastro de la culebra sobre la peña;
El rastro de la nave en medio del mar; Y el rastro del hombre en la doncella.
Sin duda, la Fuerza que inspiró estas palabras es la misma que nos acompañaba.
Si ellos eras 800 y nosotros 120 la relación proporcional es que 1 combatiente de nosotros luchaba contra 7 soldados del régimen, sin incluir su artillería, fuerza aérea y la renovación continua de las fuerzas militares especiales aerotransportadas lanzadas al combate con armamento moderno para aniquilarnos en una renovación continua para reponer sus muertos y sus heridos.
En mayo de 1979, siete meses atrás, un contingente de 2000 guardias emboscó a la columna Iván Montenegro en Nueva Guinea en un sitio conocido como “Paso de la Yegua” aniquilando totalmente a toda la columna y eso mismo perseguían con nuestra columna Filemón Rivera del Frente Norte.
Esa era la referencia que teníamos y no podíamos permitir que se repitiera con nosotros, pero no había cómo salir de El Tular

Ya entrando la tarde Froylán salió de aquel silencio en que estaba y reunió a los jefes de escuadra planteándoles la urgencia de retirarnos al caer la noche, por el desgaste de las fuerzas, por la falta de municiones y porque no había opción de seguir con vida.
Los combatientes campesinos que dominaban la zona propusieron bajar por una cañada con una inclinación de entre 60° y 70° aproximadamente, casi imposible de bajar, pero como no había otra opción, había que proceder.
A las 7 de la noche se da el aviso a todos los compañeros que hay que reconcentrarse en la casa del campamento en el más absoluto silencio. A las 8pm estamos listos para iniciar la retirada. Se da el problema que nadie quiere cargar con los tres heridos, Noel, Genaro y yo, por el cansancio, por la fatiga, por el temor.
Las enseñanzas de Germán Pomares es que los heridos son sagrados y el Indio Emilio, fusil en mano, amonestó que el FSLN es fiel con sus principios y, con su gente y quién se niegue a cargar a los heridos, sería sancionado.
¿Porque? Me preguntaba en mi angustia, ¿si cargué tres días a, Daniel, campesino, herido en la insurrección de septiembre, ahora, estos compañeros actúan así?
Por su voluntad, Quién inicialmente me cargó fue María Libertad y Marta Torres (Mirlo).
Después a Noel, Genaro y a mí nos cargaron otros compañeros.
Por el desfiladero era casi imposible avanzar. Los golpes continuos me provocaban un dolor insoportable y no podía quejarme porque nos detectarían.
Esa noche pasó algo extraño. las noches de diciembre son despejadas y la Luna es llena, pero esa noche fue diferente, se fue poniendo nublado desde la tarde y en la noche comenzó a llover suave y luego se puso tan oscura la noche que no podíamos vernos entre sí y fuimos saliendo por la cañada empinada sin que la guardia supiera de nuestra retirada.
Con paciencia, serpenteando la cañada avanzamos toda la noche en absoluto silencio hasta la madrugada del día siguiente que logramos salir del cerco militar con la astucia de una culebra y con la mansedumbre de una paloma, sin que nos lograran detectar.
Una vez fuera de ese peligro, se reorganizó la columna en grupos que fueron dispersados. Froylán seleccionó a los más destacados combatientes y el mismo, se quedó con los heridos para planificar su traslado.
Por orientación de Rubén, Jefe de la columna, Noel y Genaro irían a casas de seguridad en Estelí. En mi caso, sería trasladado a Honduras. Desde abajo quedé viendo el cerro empinado y la EEBI seguía bombardeando porque nos miraba, pero nosotros ya no estábamos.
Nunca supieron como desaparecimos. 
Después que bajamos en la negra noche el empinado cerro, llegamos a un campo al pie de la montaña.
La mañana se iba levantando y en la madrugada se venía quitando el velo de la noche dándole paso a los rayos del sol que iluminaban cada vez más el nuevo escenario donde nos encontrábamos.
Asimismo, se alejaban con la noche los frustrados planes criminales de la EEBI de aniquilarnos a todos. Con el vuelo del sol nos íbamos levantando a la vida en ese nuevo día de esperanzas, con los rostros caretos de fatiga cabalgando en cuerpos agotados pero firmes, con la mirada tranquila, con la mente serena, con la poderosísima fuerza de la humildad, radiantes de alegría y de victoria.
Verdaderas victorias, y no victorias bonitas de cuentos de camino real
En esos tres días apocalípticos, la EEBI conoció el valor y el peso de nuestra valentía. Cuenta la gente de la comunidad del Waylo, que todos los días trasladaban sus cadáveres y heridos de continuo en helicópteros y camiones.
Fue un descanso tenso para recuperarnos. A lo lejos, seguían bombardeando el cerro. Toruño, un finquero de Estelí colaborador del Frente nos aseguró frijolitos tiernos, con cuajadita fresca, tortillitas calientes y cafecito de grano tostado en comal de barro revuelto con cuchara de palo, en un escenario silvestre de cantos de pájaros, de vuelos de guardabarranco, adornado de las ninfas de mariposas multicolor con todo oloroso a monte.
Es la gratitud de Nicaragua.
En la tarde, Froylán orientó salir de ese lugar, pero los tres heridos, Noel Valenzuela, Genaro (vive en Ocotal) y yo, teníamos que quedarnos a esperar. Mi hermano Marcial López muy cuidadoso me miraba a los ojos y me decía
"El poder está en tu mente, saldrás vivo, vos podés"
Esas palabras me daba ánimo y confianza en mí mismo. ¡Yo puedo!!! Todo dependía de mí, como hoy en día, cada quien es dueño de sí mismo. Muy noble Marcial, es un gran hermano y un buen amigo. Dina Cerda, María Libertad, Martha Torres no nos dejaron nunca mientras estábamos ahí, pero tenían que irse.
Al despedirse, Marcial me dijo,
" Vos podés porque la fuerza y el poder están en tu mente, ponelos a trabajar, que tu sangre segregue glóbulos rojos" Y me aconsejó que comenzará con mi brazo porque ya estaba infectado.
El Zorro me mandó una pomada de uso veterinario llamada Dermolán que consiguió con Toruño, el dueño de la finca, para usarla en mi largo viaje a Honduras.

Todos estábamos dispersos y ocultos en diferentes burras de monte. Ya la guardia se había enterado de nuestra retirada y comenzó a rastrearnos por toda la zona.
Froylán, Santana, La Culebra, Camilo Bigote, El Indio Emilio, Pablo mi hermano, María Libertad, en fin, todos, los más bravos hombres de la columna se habían dispuesto estar junto a nosotros los tres heridos, mientras organizaban la retirada en dirección Sur hacia El Salto de la Estanzuela y nuestro traslado a Estelí
Un comando de la guardia venía directito hacia donde estábamos como a unos 100 metros y no teníamos capacidad de hacerles resistencia porque había tres heridos, no había municiones, nos iban a matar.
En ningún instante ningún compañero nos abandonó y la orden es que nos mataban a todos o salíamos con vida todos.
Esa es la calidad de hombres que murieron en la guerra y que hoy hacen tanta falta.
Una escuadra encabezada por un compañero que le decíamos El Coronel iba de regreso al Tular y no sabía que ya habíamos abandonado. El comando que venía hacia donde nosotros los detectó, se regresaron y entablaron combate con ellos aniquilándolos a todos, torturando hasta la muerte a los heridos. Es así como sobrevivimos. Con su vida salvaron la nuestra.
Al caer la noche, en helicóptero comenzaron a sobrevolar la zona y uno de ellos se puso encima de nuestras cabezas iluminado con unos poderosos focos donde nosotros estábamos.
"Entréguense...entréguense... se les respetará la vida"
decían con un megáfono.
Creíamos que ya nos habían descubierto, pero ellos no sabían que nosotros estábamos ahí. La fuerza del viento que provocaban las aspas helicoidales del helicóptero movían agitadamente las ramas de los árboles y levantaban bastante polvo, lo que al mismo tiempo impedía que nos vieran.
Posteriormente se retiraron y siguieron peinando la zona sin encontrar a nadie más.
En esas tensiones y alertas pasamos hasta el amanecer.
Qué terrible sensación e impotencia estar herido bajo el acecho de la muerte.
En ese tipo de horno se va formando el carácter. Cómo persona, como ser humano, somos impotentes y para resguardar la vida en esas condiciones, solamente una fuerza superior de naturaleza divina podría resguardarme.
Poco a poco iba descubriendo al Supremo Hacedor

Los crudos combates en contra la columna del comandante Germán Pomares, Jinotega, desmovilizaron a los guardias que estaban en El Tular y eso nos dio un respiro para salir de la zona.
Se fueron movilizando las escuadras con dirección sur hacia el salto de La Estanzuela, Estelí. Los tres heridos quedamos ocultos en diferentes lugares esperando el rescate. El plan del Legendario Zorro y del aguerrido Froylán, ecos del Danto, Germán Pomares, era que una vez que Digna Flores, colaboradora que desde Estelí llegaría en su camioneta a un punto donde la esperaría Esteban quien iría por mí, en un segundo viaje por Genaro y después por Noel hasta ser trasladados a casas de seguridad en Estelí.
A mí me estaría esperando un hermano de María Libertad, de la gente del Germán Pomares (El viejo Pancho) que me trasladaría en su camión a Sonis, Somoto. Ahí me esperaba Bayardo Morazán, un campesino, que me llevaría cargado por monte cruzando la frontera hasta llegar a la Esperanza, Honduras, donde me esperaría Tobías Gadea, luchador con Carlos Fonseca y Will Moncada. Después a San Marcos de Colón y ese mismo día, a Tegucigalpa, a la casa de seguridad de Germán Pomares Ordóñez. Era un largo viaje.
Esteban nos camufló muy bien, pero ayúdenme a decir muy bien y después de aquel esmero dijo que lo esperáramos porque iba a encontrarse con Digna, la cual llegó, pero nadie la estaba esperando. Esteban nos dejó abandonados. Digna regresó sola y nosotros quedamos heridos, graves y desconectados.
Genaro tampoco podía caminar porque tenía un balazo en un pie infectado, engusanado y podrido sin ningún tipo de antibiótico ni analgésico.
Llegó la noche y pasaron unos guardias que quedaron en la zona sin percatarse de que estábamos ahí y se fueron alejando en persecución de los compañeros.
Al menos, Esteban, hizo bien para sí, camuflándose ante su conciencia al camuflarnos bien de la EEBI, pero en la conciencia está la verdad y es imposible camuflarse ante ella.
Amaneció y consciente de mi realidad, canté disparando besos al aire. Esa era el lenguaje para comunicarnos en la montaña. 
Genaro no supe dónde quedó, de Noel supe que lo mataron. Quedé solo y me acompañaba mi hermano Marcial López (Pablo) en mi mente y mi conciencia.
“El poder está en tu mente, vos podés”
Esa convicción alentó mi empuje para salir de esa situación. Me arrastré hasta llegar a un riachuelo, tomé agua y me escondí en unos matorrales. En la tardecita una campesina entrada en años, pero sólida y robusta me encontró, me dijo que no tuviera miedo y esperara la noche, que volverían por mí.
Igual ruta le pasó a Genaro, me lo comentó varios años después.
¿Quién movía esa fuerza?

Unas veces quedaba inconsciente y luego volvía en sí, otras veces me quedaba dormido.
Así pasé la tarde en esa intermitencia, convencido de que tuve un sueño en el que una campesina avanzada en edad me había encontrado y me rescataba. Y tenía que ser un sueño o una alucinación porque en el estado en que estaba en un potrero, a la orilla de un riachuelo, escondido en un matorral, esperando morir ahí, con el brazo podrido, ese acontecimiento no podría caber en el campo de la lógica y la razón de la naturaleza humana. 
Tenía que ser un sueño alucinante alejado de la realidad.
Estaba oscureciendo, el hambre me rasguñaba el estómago, la infección en estado avanzado me pellizcaba saltando un dolor agudo que me desgarraba el alma, sentía cositas moverse que llegaban a mí como un hormigueo, eran gusanitos de los de nuestro cuerpo en estado de descomposición ya después de muerto. Ya estaba empezando a morir. El hedor muy fuerte. ¿Y si llegaba un tigrillo?  ¿o coyotes? La EEBI andaba en persecución de la Columna, pero había guardias que andaban rastreando la zona en búsqueda de heridos o rastros para seguir la huella. No vieron ni lo uno ni lo otro. 
Hablando de Roma y el Rey que asoma.
Un perro.
Llegó un perro y me quedó viendo. ¿Que se imaginan ustedes lo que se puede sentir en esas circunstancias? El perro me quedó viendo y comenzó a gruñir. El alma resintió el dolor de imaginarme devorado por un perro cómo lo vieron los ojos de María Libertad cuando un perro y zopilotes devoraban el cadáver de su hermano, en un solar en Estelí, sin que ella no pudiera hacer nada.
Alguien tiró una pequeña piedra al perro y éste dejó de gruñir, miró hacia atrás y movió la cola. Venía un niño con un baldecito, otro con un saco y un caballo y les seguía la misma campesina robusta y sólida que me había encontrado en la tarde lo cual yo estaba convencido de que debió haber sido una alucinación.
No sabía si era sueño alucinación o realidad.
Se acercaron a mí y la mujer me dijo que no tuviera miedo, que estuviera tranquilo, que iba a estar bien y que me iban a sacar de ese lugar. Ella misma me dio de tomar substancia de garrobo qué traían en el baldecito que llevaba uno de sus nietos. Después de aquella suculenta sustancia que la misma señora me estuvo dando con una cuchara de jícara, sus nietos me subieron al caballo y me llevó a su casa, metida como a unos 50 metros del camino real que va de Achuapa al Sauce y como a 300 metros de donde yo estaba. Uno de los nietos subió conmigo al caballo para no caerme, el otro iba adelante para ver si no había peligro. Silbaba como señal de que el camino estaba limpio de peligros, esperaba que llegáramos donde él y avanzaba. Así fue hasta llegar a su casa, ya de noche, donde tenía preparada un olla de agua hervida y unos paños limpios de manta fina.
Qué hedor putrefacto el que despedía de mí, qué dolor más insoportable que cargaba mi alma, qué incertidumbre de no saber cuál era el siguiente momento y de que acontecimiento estaría acompañado, seguir con vida o la muerte, qué angustia más inexplicable de sentir ser capturado vivo. En fin, cada uno de nosotros a su manera y sacrificio, pagó un precio alto por la esperanza de una Nicaragua libre en los tiempos de la dictadura de Somoza.

Ella de complexión fuerte, sólida y maciza con el rostro ovalado y rasgos finos, Íbamos avanzando sobre el hilo del camino de potrero alejándome de la muerte, sostenido por los brazos de la esperanza de quién da la vida.
Si esos acontecimientos ya eran verdad y se estaban operando en este mundo objetivo pues tampoco podría ser la operación de una voluntad de naturaleza humana, siempre me cuestionaba. ¿Quién está detrás?
Entramos a la casa con piso de tierra.

Un ambiente limpio habitado por gente tranquila, gente buena pero despreciada por la Dictadura de Somoza, gente olvidada sin acceso a energía eléctrica, sin escuela, sin atención médica, sin agua potable, sin recursos, gente por la que estábamos luchando y que valió la pena ajustarles el cinto a los barrigones golosos avaros y corruptos del régimen de La dictadura militar somocista.
Sentí el tibio calor y la fuerza de aquella mujer comentándole que la EEBI andaba en la zona buscando a los heridos y si nos encuentran nos matarían a todos.
Me dijo ; aguante y no grite. Quitó las vendas, la herida estaba abierta, el húmero salido y partido en dos, la piel podrida, unos que otros gusanitos moviéndose y un hedor putrefacto por la infección y la falta de antibióticos y sin pastillas para el dolor.
“El poder está en tu mente, vos podes"
Llevaba cinco días en esa situación. Con algodón, agua y delicado esmero fue limpiando, después me untó de la pomada de uso veterinario Dermolán que Francisco Rivera El Zorro me había entregado para el largo viaje a Honduras, finalmente aquella mano tapó la herida con vendas improvisadas. A los muchachos les dijo que en la mañana fueran a buscar garrobos, a mí me dijo que no me preocupara, que habían logrado restablecer el contacto con Digna Flores y al día siguiente, si la EEBI no hacía sus recorridos de limpieza, me trasladarían a Estelí en donde el hermano de María Libertad, me estaría esperando para trasladarme a Condega en su camioncito blanco a casa de otro colaborador que me trasladaría a Sonis, Somoto, cerca de la frontera con Honduras.

La noche se iba cerrando entre el terror y la muerte. La mujer durmió a la par de la cama, cuidándome. La fiebre, como pelero, me calentaba el cuerpo atravesando el umbral de mi debilidad provocándome desmayos y alucinaciones continuas. Por encima se montaba el albardón del dolor extremo, extendiéndose hasta los límites de mi aguante en donde la línea que separaba la parte más serena de mi conciencia de la fiebre y el dolor era agitada por el fantasma de la intranquilidad de la incertidumbre cuando el jinete apocalíptico de la angustia cabalgaba en mi mente, de ser capturado vivo y muy mal herido pues sería torturado y asesinado de la forma más cruel y cobarde por los demonios infernales de las criminales hordas de la genocida.
Una serenata de besos navegando al viento adornó el silencio y sentí compañía. Desde adentro, ella contesto igual. Eran compañeros de una escuadra que iban de paso, identificándose. Ella colaboraba con la guerrilla del FSLN.
Hasta entonces supe que me cuidaba una campesina heroica que expuso su vida para proteger la mía y no sé la de cuántos compañeros más. Amaneció y ahora sí tendría que salir o moriría infectado. Digna llegaría por mi a las 2pm.
Muy temprano salieron los dos nietos de la compañera que me atendía y antes de una hora regresaron con dos garrobos. Ella preparó una sustancia que me hizo caer en un sueño profundo. Toda la mañana pasé dormido, se hicieron las 2 pm, me despertaron, ella me cargó y me llevó al punto indicado en dónde me estaría esperando Digna. Me subieron a la camioneta y salimos rumbo a Estelí. Al llegar al punto de encuentro, me pasaron rápido al camión blanco del hermano de María Libertad y salimos para Condega. Ahí nos estamos arriesgando a morir o vivir. Al llegar a Condega, nos dirigimos a la casa del colaborador, a dos cuadras del cuartel. nuestra sorpresa es que encontramos que estaba reconcentrado el pelotón de la EEBI que perseguía al Comandante Germán Pomares Ordóñez.
En las calles no había ni una sola alma, En la casa del colaborador no había nadie. Orlando me dijo que no podíamos regresar a Estelí y no podíamos tampoco avanzar a Somoto porque La EEBI tiene un retén en el empalme de Palacagüina. Que si nos matan es a los dos. 
Le dije que me dejara en Pueblo Nuevo, en la casa de mi tío Prudencio López y López. Lo admiré mucho por su sabiduría y experiencia. Docto y Maese pragmático. Hizo un castillo en el corazón de la montaña. El Aguay. Cuando lo visitaba me subía hasta lo más alto. Ahí está. Fuerte productor de café. Desde ahí buscaría como llegar a Sonis, Somoto. Detrás de Sonis está El Cañón de Somoto.
Salimos despacio y tranquilos. De repente, al doblar una esquina, no encontramos con un Jeep de la guardia que pasó a la orilla de nosotros. Tomamos un atajo y llegamos a Pueblo Nuevo a eso de las siete de la noche. La casa de mi tío está a una cuadra del comando de Pueblo Nuevo. Orlando se parqueó bien cerquita de la puerta principal, tocó, abrió una mujer.
Mi madre!!!!!
Ella abrió la puerta. ¡Ahí estaba mi madre, con una hermana mía, refugiada!!!!!
Mi tío estaba en su finca. El compañero le dijo que yo estaba mal herido. De inmediato me metieron a la casa, de muchos cuartos y me escondieron en uno de ellos. Ahí estaba mi madre y mi hermana porque la casa donde vivíamos en Estelí la bombardearon y también a ella la perseguían al saber la EEBI que Pablo y yo luchábamos con el FSLN
No hay suerte, no hay casualidad, no hay causalidad ni triangulación lógica que explique satisfactoriamente este otro hecho. Me encontré con mi mamá en la casa de mi tío. Yo no tenía a quien agradecerle. Orlando, el hermano de María libertad, expuso su vida por mi. Se regresó a Estelí en su camión a medianoche.
No es un Héroe caído. Es un héroe en pie firme y también a él este testimonio verdadero. La EEBI lo mató en los combates de Estelí. Su cuerpo fue devorado por perros y zopilotes ante los ojos de su hermana María Libertad. La EEBI no dejaba que ella rescatara su cuerpo. El regalo que le entregamos a esta generación, no tiene precio.
Solo con la honestidad, con la honradez, con el trabajo digno, con la justeza, con el amor al pueblo es que se le puede agradecer a tanta vida y sangre derramada por la libertad de Nicaragua
Estaba escurriéndome entre las manos de la muerte como el agua clarita se escurre entre las manos del hombre, aunque aún no miraba en las manos del hombre, las manos limpias de ante quien no se puede escurrir la muerte y sin yo merecerlo, moraba en las manos de los que se expusieron a morir por mi salvándome de la muerte como El murió por todos, para después todos vivir por Él.
Un día antes de mi llegada a pueblo nuevo no voy a decir el temible, porque nunca le tuvimos miedo a la EEBI, pero si puedo decir el genocida que ordenó la muerte de centenares de nicaragüenses Ronald Sampson, llegó a Pueblo Nuevo. Mandó a un comando a la finca de mi mamá, ubicada frente al Aguay, No había nadie. Destruyeron todo. Yo estuve en sus narices y no me olfateo. Si me hubieran encontrado en la casa de mi tío, hubiera vivido lo que vieron mis ojos junto con los de Froylán, La Culebra, El Coronel, y otros compañeros en la retirada de la insurrección de septiembre en Estelí. 

Amarraron de los pies a un campesino combatiente, lo sujetaron a un Jeep y lo arrastraron en un potrero de San Ramón. Murió descuartizado. En medio de ese peligro, mi madre se puso en contacto con el Dr. Emilio Flores, colaborador que atendía a los heridos del FSLN. Su casa quedaba ubicada a la salida del pueblo rumbo al empalme de Palacagüina estaba siendo vigilada por los órganos de seguridad de la dictadura, la OSN. Este hombre, en la madrugada salió por el patio de su casa y cruzando solares llegó a verme a medianoche. Ni siquiera me abrió la herida, bastaba con el hedor para conocer el estado de descomposición. Me aplicó antibióticos y analgésicos preparándome para el viaje, que tenía que ser urgente o moría. Al día siguiente, muy temprano mi mamá le envió un mensaje a don Adolfo Reyes, vivía a la salida de Pueblo Nuevo, rumbo a la finca, conoció a mi papá y no dudó en ponerse a la orden.
Jamás se me olvidará. Salimos de Pueblo Nuevo a eso del mediodía siempre por atajos hasta llegar a Somoto en medio de los comandos liderados por Ronald Sampson. Al tomar la carretera panamericana rumbo a Sonis, está un retén de la EEBI. Parece que los mandaron de urgencia a otra parte porque antes de llegar al retén donde estaban, se subieron rápido a un camión y se fueron. Pasamos. A unos 15 kilómetros por fin llegue a Sonis, a la casa de Bayardo Morazán, campesino colaborador del FSLN. Su casa está a la orilla de la carretera a 10 kilómetros del Espino puesto fronterizo con Honduras. Al bajarme, ahí estaba el esperándome desde hacía tres días. Una sorpresa es que ahí también estaba la aguerrida y libertaria heroica Martha Úbeda. La dejé en el Tular y la encontré en Sonis. Fue a Somoto, llamó al legendario Tobías Gadea, en San Marcos de Colón, Honduras. Tobías fue mi entrenador de guerrilla y orientó que a las 3 en punto de la tarde me estarían esperando al otro lado de la frontera en un punto conocido como la Esperanza ya en territorio hondureño

El puerto fronterizo con Honduras, El Espino, está a 10 kilómetros de Sonis, sobre la carretera Panamericana. Avanzamos en la camioneta y antes de llegar a la frontera nos desviamos como un kilómetro por camino de tierra a mano izquierda.  Llegamos a la orilla de un cerro muy empinado. Bayardo me cargó con sus dos brazos hasta llegar a la Esperanza, Honduras, a unos tres kilómetros después del Espino.  Ahí estaba Tobías y Will, salimos para San Marcos de Colón y al día siguiente de madrugada partimos a Tegucigalpa, llegando por fin al destino final, exactamente un 11 de enero de 1979, de este sufrido viaje, pero lleno de luz.
No tenía a quien darle las gracias porque no lo conocía. No hubo nadie de sotana, aunque habían mucho. Tampoco estaba nadie de corbata.
Les oís decir diezmo a cambio de vida eterna, pero el Buen pastor, da su vida por las ovejas. No pide. Da.  
Llegamos a la casa de seguridad de Germán Pomares Ordóñez a quien tuve la oportunidad de conocer y compartir con este gran libertador. Héroe Nacional. Fui ingresado a la Clínica Viera e intervenido por el mejor traumatólogo latino de ese tiempo. Honorius Clarus Fortín.
Aquí concluyó este testimonio verdadero de cómo la presencia de La Luz del Mundo, CRISTO, a través de muchas personas, desde Marcial López, Pablo, "El Poder y la Fuerza están en tu mente. Vos podes” María Libertad, la campesina que me encontró escondido y muriendo, Digna, el hermano de María Libertad, mi madre en Pueblo Nuevo, Marta Úbeda y Bayardo, cargándome con sus dos brazos. Todos ellos hechos hijos de luz por La Luz del Mundo, CRISTO, para que pudiese salir a luz este testimonio. En su tiempo.
A El, a CRISTO, el Poder, el Honor, La Gloria y La Honra por siempre en la eternidad.

A mis ayudadores escogidos por El, todas las bendiciones.

A los que han leído este testimonio. También bendiciones.
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Amén

Ronal Antonio López Herrera
Diciembre 2018


Por tanto dolor, tanta muerte y tanta sangre derramada por la libertad y alcanzamos la victoria. Por eso de mis hermanos muertos que están vivos es:
PATRIA LIBRE.....Y A VIVIR!!!



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