La espiritualidad en la política

La espiritualidad en la política
El político que sabe trascender realiza una profunda actividad espriritual


Por: Joan Lluís Pérez-Francesch | Fuente: forumlibertas 




Cuando la política está llena de convulsiones, conviene aportar reflexiones que supongan un cambio de paradigma en la concepción dominante sobre la misma. Y no sólo en períodos electorales, sino siempre. Quizás se podría aplicar a la política aquella máxima que afirma que no hay nada más práctico que una buena teoría.

Y la teoría sobre la que me gustaría realizar alguna reflexión es que urge aportar una concepción espiritual de la política, como parte evidentemente de una concepción global de la vida.

Hablar de espiritualidad en la política puede parecer paradójico, en una actividad sometida a tanto descrédito. Hoy la política se concibe mayoritariamente como una lucha por el poder, con pocas ideas sólidas y muchas estrategias, estadísticas e intrigas, aplicándose a menudo el criterio de que todo vale, se note o no, para acceder y mantenerse en el poder.

Ante esta situación me interesa proponer el cambio de paradigma mencionado. Un cambio en la manera de entender la política y especialmente un nuevo lenguaje, más positivo (que por otro lado comporta volver a los clásicos
"premodernos").

Estoy convencido de que es urgente aportar a la sociedad actual una nueva manera de entender la política para dotarla de mas prestigio, de mayor sentido constructivo, de manera especial para que promueva valores humanos y actitudes responsables.

Como es conocido, la política es una palabra que proviene del griego, y que significa gobierno de la comunidad. Pero hoy nos encontramos con una ausencia importante de sentido de comunidad y de pertenencia.

Por ello, se necesita resituar la política en la construcción del país, de la nación, de la comunidad, en definitiva. Si no se produce dicho sentimiento de pertenencia, no hay comunidad y la política entra en crisis. La política puede convertirse entonces en una gestión del conflicto social a partir de la desvinculación de las referencias comunitarias (algunos hablan incluso de una etapa postnacional), sin una preocupación real por los demás, ni por el bien común (que, recordemos, no es la suma de los intereses particulares, sino los intereses generales o comunitarios).

Con una mayor referencia comunitaria, el político debería ser una persona preocupada por los demás y por el país, que actúa en un sentido constructivo y que, en consecuencia, realiza una actividad muy trascendente.

Al vivir más allá de su estricta individualidad, lleva a cabo una actividad espiritual, de donación a los demás, de servicio, lo cual es, sin duda alguna, una de las facetas más nobles y excelsas de la vida humana. Ese actuar para los demás, deviene algo trascendente y, por tanto, espiritual. No nos iría mal releer a Mounier y su personalismo comunitario en las actuales circunstancias de la vida política.

Pero resulta que la palabra no hace la cosa, y podemos observar políticos que no hacen política, que más bien viven de ella, o de la dependencia de lo que en ocasiones se ha llamado "la erótica del poder". Para mi estos tipos humanos son una muestra de decadencia personal, que repercute negativamente en el país.

En contra de ellos, propongo una nueva manera de hacer política que se fundamente en el retorno a la comunidad. El político que sabe trascender porque no se ocupa de sus intereses propios o egoístas, incluso sólo de partido, sino de esa comunidad, realiza una profunda actividad espiritual.

Ante los nuevos retos que se nos avecinan en nuestro país y en el mundo entero, podríamos tener en cuenta las consideraciones anteriores para valorar qué nos está pasando. La baja calidad de la democracia, pervertida en partitocracia, sectarismo y demagogia, necesita a mi juicio un nuevo anclaje espiritual, en políticos y en ciudadanos.










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